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martes, 15 de febrero de 2011

Isaac Asimov, genio intemporal

Escritor prolífico (más de quinientos títulos publicados a lo largo de su vida) y gran divulgador, Isaac Asimov ha gozado siempre de gran popularidad por el sabio equilibrio que consigue entre el estilo, la imaginación literaria y el mundo tecnológico y científico.

Su obra comprende relatos cortos (en mayor parte) y novelas (más escasas) para lectores jóvenes y adultos que, además de la ciencia-ficción y la divulgación científica -aspectos por los que históricamente ha sido más reconocido- abarcan temas de misterio, humor, historia, e incluso varios volúmenes sobre la Biblia.

La carrera de Asimov puede dividirse en varios períodos. En sus primeros años la temática dominante fue la ciencia-ficción, iniciándose en la misma con relatos cortos en 1939, etapa en la cual publicó diversos cuentos en varias revistas especializadas, imponiéndose en pocos años como el principal representante de la rama "tecnológica" dentro del género. Durante esta etapa escribió el cuento Círculo Vicioso, quizá su aportación más icónica por incluir las ahora celebérrimas Tres Leyes de la Robótica:


  1. Un robot no puede dañar a un ser humano ni, por inacción, permitir que éste sea dañado.
  2. Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto cuando estas órdenes entren en conflicto con la Primera Ley.
  3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la Primera o Segunda Ley.

En 1950 publica su primer escrito de gran envergadura, su primera novela: Un guijarro en el cielo, momento que supuso el verdadero pistoletazo de salida para uno de los más importantes exponentes del género en la historia moderna. En obras de renombre como Yo, Robot (1950) y El segundo libro de los robots (1964), pertenecientes a su rama de relatos sobre la robótica, Asimov terminó de concretar las Tres Leyes, en situaciones que colocan al robot al servicio total del hombre y, aunque en ocasiones parecen infringir y violar esas Leyes, se termina descubriendo que ello sucede en aras de un interés superior de la Humanidad. Pero en sus obras, mientras los robots evolucionan hacia un modelo androide de inteligencia y lucidez moral superior al de los humanos, éstos, movidos por sus impulsos egoístas, desarrollan una enorme hostilidad hacia ellos.

Sin duda, en escritos como aquéllos destacaba sobre todo una de las facetas más importantes de Isaac Asimov: el autor que nos ocupa fue un racionalista y un gran humanista, filósofo por vocación. No se opuso a las convicciones ideológicas y religiosas propias de los demás, pero se enfrentó a las supersticiones y a las creencias infundadas desde su propio paradigma racional.

    La ciencia es una sola luz, e iluminar con ella cualquier parte es iluminar con ella el mundo entero

Las novelas de Asimov, publicaciones más escasas que sus numerosísimos cuentos, poseen generalmente un estilo sin relieve, basado casi exclusivamente en los diálogos, y enfocado a servir de vehículo a las tesis del autor. Pero en ese entramado de ideas reside también su fuerza, y el buen ritmo de su redacción consigue casi siempre implicar al lector en un crescendo excitante, proponiendo, con una grandiosa argumentación, infinitas preguntas sobre el hombre y sobre el tortuoso y a menudo infructuoso sendero con el que intenta programar y planificar su propio futuro.


Entre 1942 y 1949 Asimov publica en la revista Astounding Science Fiction los relatos que después constituirían su Trilogía de las Fundaciones (posteriormente ampliada con varios títulos más), compuesta de Fundación (1951), Fundación e Imperio (1952) y La Segunda Fundación (1953). Este desigual pero poderoso conjunto de historias se compone de textos que esbozan (según palabras del propio autor) una especie de historia del futuro. Se trata, en definitiva, de una ficción tecno-sociológica de futuro donde las creaciones tecnológicas, fundamentalmente los robots, condicionan la organización social de modos que sorprenden e incitan profundamente a la reflexión.

Esta trilogía se convirtió en su obra más carismática y representativa, recibiendo, de hecho, el premio Hugo a la mejor serie de ciencia-ficción de todos los tiempos. La originalidad y atractivo de narraciones como éstas, con un estilo directo, sencillo y con un toque de humor, han servido también para alimentar el séptimo arte, siendo numerosas las novelas de Asimov que han sido llevadas al cine.

Pero la ciencia-ficción, a pesar de resultar una temática tan prolífica en reconocimientos para Isaac Asimov, no fue el único género que cultivó. Durante los últimos años de la década de los cincuenta y hasta entrada la década de los sesenta, Asimov redujo notoriamente su producción de ficción, y centró sus esfuerzos en los ensayos. Entre El Sol Desnudo (1957) y Los Límites de la Fundación (1982) únicamente publicó cuatro novelas, dos de las cuales estaban enfocados a una temática de misterio.

Asimismo, a partir de 1965 y hasta mediados de los setenta, el autor compagina la creación literaria de ficción con la divulgación histórica, a través de varios libros que comprenden las más importantes civilizaciones y periodos históricos de nuestra especie (Egipto, Grecia, Roma, pasando por la Edad Media, el descubrimiento del Nuevo Mundo y la formación de Estados Unidos). Así, Isaac Asimov trata de atraer al gran público a la historia a través de una narración amena y sencilla. Se trata principalmente de historia político/militar.

En este mismo período, incrementó en gran medida su producción literaria en otras áreas, escribiendo casi siempre sobre temas científicos. La revista mensual Magazine of Fantasy and Science Fiction le invitó a continuar su columna especializada en divulgación científica aparecida en otra revista anterior, y le dio completa libertad para publicar. La primera de las contribuciones a F&SF apareció en noviembre de 1958 y continuó desde entonces, con otras 399 colaboraciones, hasta que su estado de salud le impidió seguir. Estas columnas ayudaron a Asimov a crearse una reputación como gran divulgador de ciencia y, según él, fueron las únicas obras de divulgación que escribió en las que no tenía que suponer de sus lectores una completa ignorancia en los temas discutidos.

La Guía de la Ciencia para el Hombre Inteligente o Nueva Guía de la Ciencia (1960), donde hace un extenso relato de los descubrimientos científicos en todos los campos de la ciencia, también le reportó un importante reconocimiento en el área al suponer una lectura fácil, donde temas son relatados brillantemente comenzando desde los primeros conocimientos sobre el tema (generalmente desde los griegos o antes) hasta sus últimos descubrimientos, narrando el contexto de la época, los logros e intentos del científico que los realizó.



Asimov publicó también la Guía Asimov para la Biblia, dos volúmenes que comprendían el Antiguo Testamento (1967) y el Nuevo Testamento (1969), y luego los combinó en un sólo volumen de 1.300 páginas (1981). Lleno de mapas y tablas, la guía conduce a través de los libros de la Biblia en orden, explicando la historia de cada uno y las influencias políticas que les habían afectado, como también información biográfica sobre los personajes importantes.

Esta publicación respondía a una característica personal de Asimov determinante en su vida: Isaac no tenía ninguna creencia religiosa. Nunca creyó en Dios o en la vida después de la muerte. Se consideró, como ya se ha apuntado antes, un humanista y un racionalista, donde ni lo bueno ni lo malo es producido por seres sobrenaturales, y por tanto, la solución a los problemas (y la causa de los mismos) se encuentra en los propios seres humanos. De hecho, en 1985 se convirtió en Presidente de la Asociación Humanista Americana, puesto que ocupó hasta su muerte.

    Rendirse ante la ignorancia y llamarla Dios siempre ha sido prematuro, y sigue siéndolo hoy. Propiamente leída, la Biblia es la fuerza más potente para el ateísmo jamás concebida.


En los últimos años de su vida, Asimov, hombre concienciado con su entorno y con el futuro, cambió de enfoque sus escritos para centrarse en un prisma más realista y crítico con la Humanidad según sus propios ideales, abordando en ocasiones temáticas peliagudas para la sociedad, como el establecer un serio control de la natalidad como medida preventiva de muchos problemas de futuro. Condenó el deterioro de la calidad de vida que percibía en la ciudad de Nueva York al reducirse las inversiones por la huida de la clase media a los suburbios. Su último libro de no ficción, La Ira de la Tierra, escrito junto con otro autor de ciencia-ficción, Frederik Pohl, trata de aspectos medioambientales como el calentamiento global y la destrucción de la capa de ozono.

    Sólo hay una guerra que puede permitirse el ser humano: la guerra contra su extinción.


Desde su punto de vista, Asimov pensaba, de manera muy acertada, que sus contribuciones más duraderas serían las Tres Leyes de la Robótica y la serie Fundaciones. Sin duda, la Historia le dio la razón. Más aún, el Diccionario de inglés Oxford le concede incluso el mérito de introducir las palabras positrónico, psicohistoria y robótica en el idioma inglés.

Isaac Asimov murió el 6 de abril de 1992 a causa de SIDA. La enfermedad la contrajo después de que le efectuaran una transfusión de sangre tras someterse a una cirugía cardíaca (un triple bypass). Gracias a la transfusión pudo superar la angina de pecho que sufría pero se contagió del virus mortal. Se iba así uno de los autores más grandes de la Literatura reciente, y un importante pensador que aportó, y sigue aportando, importantes reflexiones a millones de personas.

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